jueves, 30 de agosto de 2012

Apuntes XXXV




EL PRESUNTO fracaso del sistema educativo no proviene del sistema en sí, sino de la desilusión de aquellos que quisieron ver en ese binomio el instrumento por el cual el humanismo puede perpetuarse. Y es que una educación sistematizada mediante una estructura taylorista que, manteniéndose fiel a sus orígenes prusianos, centra todos sus esfuerzos en la creación de productos competitivos, sólo podrá entender cualquier acto de humildad, sensibilidad o cooperación como un ataque, siendo descartado,  aislado y aniquilado de un tejido social que, en su superficie, se mueve en torno al espectáculo del éxito y, en su profundidad, en torno al mantenimiento de la soberanía empresarial.





CON EL logos se fundó la religión de los conceptos.





MICHEL FOUCAULT: «¿Puede extrañar que la prisión se asemeje a las fábricas, a las escuelas, a los cuarteles, a los hospitales, todos los cuales se asemejan a las prisiones?»




LA MÚSICA es el idioma que tiene el tiempo para hacer del aire una criatura inteligente.  





EN ESTA época repleta de ojos sólo la música se puede permitir el lujo de ser invisible y continuar existiendo.

Apuntes XXXIV




MIENTRAS SIGAS apostando por la normalidad todo seguirá igual.





SI ALGÚN día fuéramos lo suficientemente humildes como para tener claro que hay caminos falaces en la ruta del entendimiento y que la doble hoja del decir nos conduce, una y otra vez, a un abismo donde lo que comunicamos no es más que el resultado de un sacrificio de ideas y matices, entonces, ese día de clarividente humildad será el último del hombre y el primero del silencio.





EN EL corazón del habla se extienden bosques de ideas sacrificadas.





LAS RELACIONES de poder que se dan dentro de una ideología vigilante y castigadora, dentro de un discurso incapacitado para tolerar posiciones de pensamiento en sus márgenes (veamos cualquier régimen dictatorial que haya acontecido durante la historia moderna), engendra, mientras abole el derecho natural y se arroga el derecho positivo, un complejo mapa de tensiones internas del cual no tardan en florecer ciertas células de disidencia que el sistema mismo, en su posición ostentadora de una verdad unívoca, acota y trata de exterminar mediante el uso de la violencia; violencia, eso sí, que los aparatos de propaganda del Estado valorizan como poder moral o búsqueda de equilibrio social. Ejemplos de ello fueron las purgas ordenadas por Hitler dentro de su propio partido, desde la Noche de los Cuchillos Largos hasta las "cribas" que tuvieron lugar después del atentado de 1944 perpetrado por Claus von Stauffenberg, así como la Gran Purga stalinista que sucedió a finales de la década de los treinta, también llamada Era de Yezhov, durante la que cientos de miles de miembros del partido comunista fueron detenidos y asesinados o conducidos a los temibles GULAG.
        Tales fallas internas, tales grietas, innatas a las dictaduras sean de la índole que sean, creo que deben conducirnos a una redefinición del concepto totalitarismo como fuerza supraestructurar y homogénea, como monismo político inexpugnable donde el Estado controla al ciudadano mediante su anulación como individuo. Y es que esta categorización, este encuadrar un determinado régimen político dentro del totalitarismo nos conduce a la falacia de la omnipotencia y la invulnerabilidad como si de una realidad factible se tratara (no olvidemos que fue Mussolini quien empleó dicho término, no sólo por primera vez, sino desde el ámbito de la grandiosidad y la perennidad de su propio Estado) erigiendo la percepción del totalitarismo como erige el niño su temor a la oscuridad.
        No obstante, hoy por hoy, sabemos muy bien que el monstruo es tal porque se alimenta de nuestro grado de creencia en él; existe como constructo mental o, en el caso del totalitarismo, como constructo social cuya fuerza de seducción negativa puede llevar con facilidad a la percepción que poseen los pacifismos maniqueos; esa farsa en cuanto a intención de progreso que, si bien fueron vigentes en un determinado momento del siglo XX, deben mutar cuanto antes hacia un ámbito sociológico más complejo, revisitando y volviendo a contextualizar obras como The Struggle Against Liberalism in the Totalitarian View of the State, de Herbert Marcuse, o  Behemoth: La estructura y la práctica del Nacional Socialismo, de Franz Neumann, o Los orígenes del totalitarismo, de Hannah Arendt. 
        Y es que  evadiendo en la medida de lo posible ese efectismo de conciencia que se limita a señalar la pila de cadáveres, el charco de sangre, la mutilación... lograremos reducir  cualquier conducta histórica que implemente el miedo en el tejido social. Digo esto, claro, desde la línea de sentido historicista que se proyecta hacia el futuro, ya que al desprendernos de esa idea de infranqueabilidad que posee el concepto totalitarismo, al cobrar conciencia de que una definición no es más que el marco de un proceso, la acotación de un continuo, abriremos un abanico de posibilidades que nos conducirán a consideraciones históricas ampliamente desprejuiciadas, consideraciones que, una vez transformadas en instrumentos, nos servirán para enfrentarnos a esos sistemas de vigilancia y castigo que todavía hoy perlan el mapa sociopolítico de nuestro mundo, ridiculizándo su supuesta valía desde la base misma del sistema, esto es, desde el panorama educativo.
        No, no podemos, insisto, continuar circunscribiendo el totalitarismo a la esfera del mal absoluto y homogéneo, sino a la esfera de lo ridículo y absurdo, ya que sólo así lograremos inhabilitar la posibilidad de futuro de cualquier sistema que en su búsqueda de poder agreda frontalmente las libertades tanto colectivas como individuales.   




-SI QUIERES escribir con inteligencia sobre la belleza debes huir de lugares comunes, -dijo el maestro. 

El alumno, entonces, se apresuró a plasmar en el papel el nombre de una mujer muy hermosa, pero desconocida para su maestro y para el resto de miembros del Liceo. Luego sonrió con picardía.

El maestro, sosegadamente, dijo: 

-Querido, no olvides que el ingenio es el lugar común de la inteligencia.   


Apuntes XXXIII


                                          



LAS IDEOLOGÍAS que subyacen tras las interpretaciones que los hombres hemos hecho del hombre como paradigma suelen derrumbarse cuando intentamos que ese hombre habite un tejido social determinado, pues dicho tejido suele estar compuesto por un cómputo de ideologías que, no sólo chocan frontalmente con nuestra interpretación, sino que, además, abren un panorama interpretativo del hombre tan oscuro y abismal que cualquier paradigma extraído de ellas situaría en posición de riesgo la coherencia del pensar.        





APÁRTATE de los hombres que se dejan acariciar por moralidades, pues tarde o temprano tratarán de abofetearte con prejuicios.





EL ACTO de comunicar no es más que el acto de transmitir una serie de balbuceos a los que hemos etiquetado por medio de convenciones historicistas que provienen de la emulación y la repetición.





GRITAR ES la sublimación de la necedad.





CUANDO UN pensamiento, por impetuoso, convincente o demoledor que sea crece en soledad y se mantiene en ella durante más tiempo del debido, entonces comienza a generarse en torno a él una aureola de inseguridad que modifica totalmente su aspecto, transformándolo en algo semejante a una virgen  que se maquilla hasta el ridículo y que, tristemente, ronda ya los setenta años.
  

Apuntes XXXII





EL RAZONAMIENTO nos hizo históricos.





NECESITAMOS con urgencia nuevos ritos.





DE CHIRICO: «En la sombra de un hombre que camina al sol hay muchos más misterios que en todas las religiones del pasado, presente y futuro»





UN DÉFICIT profundo e insalvable persigue a las palabras, condenándolas al reduccionismo de un sentido estipulado, el cual, en su acto de aproximación a la cosa en sí, no hace más que acomodarse a una convencionalidad de signos preescritos, como si lo que pensamos encontrara en ese movimiento hacia el bosque de los signos una traición automática, transformándose, irremediablemente, en aquello que debemos decir y no en aquello que queremos nombrar.





-ASPIRO A ser un hombre absolutamente transparente, -dijo el alumno.


-No seas insensato, querido, -respondió el maestro: -¿Acaso es posible un hombre que no  oculta nada, un hombre que nada necesita aclarar porque todo lo tiene claro y cuyo pensamiento las palabras no traicionan? 

-Yo creo que un hombre así es un sabio, -dijo el alumno, después de varios minutos en silencio.

-Pues si así lo crees te ordeno que esta noche, antes de la cena, partas al establo y te instales allí junto a los cerdos.

-¿Para qué, maestro?

-Para que comprendas el abismo que supone eso a lo que aspiras, pues sólo en el corazón de los animales se aloja la absoluta transparencia.